1/8/09

Desayuno americano.16

Discreta

La Colo recibió la llamada de la amiga en plena sesión de masoterapia con el venezolano que era su más reciente descubrimiento, por lo que entendió a medias lo que Verónica le decía. Sin embargo no necesitaba demasiadas explicaciones para saber que la amiga estaba en peligro y saliendo de su sopor, se encargó inmediatamente de conseguir un vehículo y seguir todas las instrucciones.

Su interpretación de "un vehículo rápido y que no llame mucho la atención" era bastante singular, por lo que consiguió un B.M.W., M 6 que le pidió prestado, con chofer incluido, a Vivienne, el amigo travesti. Como no podía quedarse esperando, ella también se sumó al equipo de rescate que salió raudamente rumbo a la costa.

Como era de suponer, el movimiento de un auto de esas características, con una pelirroja a bordo no pasó desapercibido para quienes vigilaban a la amiga de la periodista que había huido con el médico hindú.

En Los Ángeles, el Dr. Dopra, insomne por la falta de noticias de su socio y amigo, había tomado los recaudos del caso y tanto Durga como Satya se encontraban durmiendo en su propia casa.

- ¿Durga está allí? ¿Estás seguro? Entonces…

- Entonces fue un truco, Savir, una grabación, no lo sé, te garantizo que Durga está bajo este techo durmiendo plácidamente.
El médico soltó tal catarata de palabras en hindú que Vero nunca supo si eran maldiciones o bendiciones. Lo cierto es que al no estar Durga en peligro, el alivio se hizo patente en la cara de Savir.

Demostró su alegría levantando a Verónica por la cintura y le plantó un beso en la boca que la dejó sin aire.

- ¡Mi prima Durga está a salvo, todo saldrá bien, ya lo tenemos!- dijo Savir repitiendo el beso, esta vez más largo y profundo.

Respondiendo el beso con todo su ser, Verónica Lamas se preguntó si eso era lo que en Pueblo Chato llamaban las "siete mil hormigas", o simplemente el amor que nunca antes había sentido.

Desbordada por las emociones, que por una vez estaban fuera de su control, no atinó más que a separarse un poco y decir tontamente:

- Tenemos más o menos dos horas hasta que llegue el auto ¿por qué no me lo contás todo?

- Dejemos eso para otro momento, ahora tenemos algo más urgente que hacer- y tomándola de la mano salieron del living.
A la misma hora en otra zona de Los ángeles, en una oficina dotada de los más sofisticados equipos de rastreo de comunicaciones, las llamadas a la Colo y a Naveen estaban siendo trianguladas y en pocos segundos aparecieron en pantalla las coordenadas con la ubicación del celular que habían usado.

- Los tenemos, ahí están. No los perdamos de vista. Llamen a todas las unidades.

Cinco minutos después, los seis hombres enviados a Mar del Plata conocían los datos del paradero de los fugitivos.

- Que no se les escapen como a los dos idiotas que están en el fondo del mar- fue la orden tajante.

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