8/9/09

Toda mi fortuna y frases hechas 4

MI POSTURA ANTE LA VIDA ES CREER EN LO IMPOSIBLE ANTES DEL DESAYUNO

Apenas habíamos terminado de sellar con Violeta un pacto de no interferencia en la privacidad mutua, que incluía en su cláusula 1 que ella se borraría del departamento cuando yo invitara a Fran, cuando llamó Sebastián y tras cinco minutos de chamuyo la volvió a convencer para irse a vivir juntos. La cláusula 2 decía que yo no podría criticar a Violeta por sus constantes cambios de opinión sobre Sebastián, así que tuve que callarme por si acaso ella volviera a cambiar de idea y yo tuviera que reclamar el cumplimiento de la cláusula 1.

A esta altura las emociones se me mezclaban y no sabía si amargarme otra vez por lo de los gastos o alegrarme porque tendría toda la libertad para invitar a Fran a la intimidad de mi hogar, que pensaba ambientar con música chill out, velas por todos los rincones y almohadones que invitaran al despatarre, aunque esto me costara la cuarta parte del sueldo. Creo que mi esperanza puesta en una alegría futura venció a la triste realidad de un egreso mensual multiplicado por dos, confirmándose eso de que el corazón tiene razones que la razón no entiende.

Al otro día fui al trabajo con un entusiasmo inusitado pero no se repitió la buena fortuna de encontrarme al diputado por los pasillos. Al día siguiente tampoco. Al tercer día vivía pendiente de mi celular y toda llamada de alguien que no fuera él recibió una puteada mental de mi parte. A la semana estaba dispuesta a comerme las velas aromáticas rojas, blancas y rosadas y después cortarme las venas sobre los almohadones terracota y naranja. Del diputado ni noticias.
Caer en la bajeza de llamarlo yo era impensable. Forget it.

Lo bueno de esa semana fue que estando sola en el departamento, adelanté mucho escribiendo varios capítulos de la novela con los datos que me había dado el diputado, aunque escuchar su voz en el grabador me ponía melancólica. Esos fueron los capítulos mejor logrados, tenían una intensidad dramática que todos mis allegados me elogiaron.
-Que bueno.- me dijo Cla.- esto parece escrito por alguien con un profundo conocimiento del sufrimiento psicológico. No parece escrito por vos.
- Me estás diciendo frívola. Te odio.
En realidad lo que odiaba era mi fama de nena caprichosa que conseguía todo lo que se proponía. Calumnias. Yo no había conseguido ni siquiera que el diputado me llamara y eso era una gran afrenta a mi dignidad.
De llamarlo yo, ni hablar. Sería una mancha en mi reputación de…

- Hola.
-¡Hola!.- la voz que atendió mi llamada sonaba risueña o me parecía a mí.
-Hola señor diputado, discúlpeme por molestarlo pero…
- No, no, no es ninguna molestia, al contrario, ya estaba dando por hecho que habías perdido interés en tu investigación.- me dijo Fran con un tono que me sonó a coro de arcángeles, ángeles y otras criaturas celestiales cuya existencia había negado hasta ese momento.
- Es que yo también pensé que usted…
-Por favor tuteame, si? Decime entonces ¿cuando y donde querés que nos encontremos?

Apenas corté con el diputado la llamé a Violeta para ver como andaban sus cosas con Sebastián. No quería correr el riesgo de que justo el día de la cita se me apareciera con las valijas y en pleno ataque de nervios. Todo andaba de maravillas, me dijo, quedate tranquila.

El portero eléctrico sonó media hora antes de lo estipulado, justo cuando le daba el ultimo toque de rouge a mis labios y del salto que dí me quedó la punta de la nariz pintada de fresa salvaje saborizada indeleble. Frotándomela con violencia atendí el portero. Era Sebastián, que venía mandado por Violeta a buscar un termómetro vaginal que se había olvidado.
- Podrían modernizar su método anticonceptivo, digo yo. –le dije mientras me sacaba el kimono de seda floreado y me ponía los jeans para bajar a dárselo.
- Ah, perdoname, me había olvidado que tengo llave.- dijo Sebastián apareciendo cuando abrí la puerta del departamento.
Estiró el cuello mirando para adentro y haciendo un gesto de desaprobación y tristeza.
-¡Uh, che, que mal! Violeta me contó que ibas a tener problemas para bancar los gastos sola pero no pensé que fuera para tanto.- y mirando el kimono que yo había dejado tirado en el sofá agregó en voz baja.- Lo que no me había dicho es que pusiste un privado ¿te va bien?
- Si, me va bárbaro.- le dije.- ahora tomatelás que estoy esperando un cliente importante.
Y le cerré la puerta en la cara.

Está bien. Se me había ido la mano con la ambientación. Desistí de ponerme el kimono, pero las velas y los almohadones me habían costado muy caros y no pensaba sacarlos.

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