23/10/09

Predicciones Chinas

Cada noviembre me lanzo sobre el revistero de la esquina para manotear yo primera el libro antes de que se agote.
Si, se agota.
Cueste lo que cueste, sin preguntar, lo compro, rompo el envoltorio de celofán y en lo que duran dos cuadras choco a quien se me cruce.
Saber que le depara a una el año nuevo chino no es para menos.
Ese año el resumen para mi signo y mi ascendente era para torcerse el tobillo con una baldosa floja, salpicarse de barro hasta las cejas y quedar estampada contra un árbol.
Y así fue.
Decía
“este año renacerá de sus cenizas cual ave Fénix…aha….viajará por amor y negocios…aha… brillará …aha pareja a lo John y Yoko… Epa! Pum! Arbol! jeje disculpe señor árbol, disculpe.
Yiuuuuuuupiiiiiiiiii….¡¡¡se me dio…se me dio!!!

Tal vez sutilmente influenciada por la predicción de Ludo, I Ching mediante y viento en popa, el primer tipo que me encontré dispuesto a hacer de John vivía lejos muuuuuuuy lejos pero tenía en mente venir a vivir a Argentina cuando el Universo lo dispusiera y hete aquí que el momento era a-ho-ra pues su signo chino y el mío eran el mismo.
¿Qué más necesitás?-me pregunté- Nada más, es El, que duda cabe- me respondí.
Ohh Sincronía, maravillosa sincronía astral causal y horoscopal.
John y Yoko habían reencarnado en nosotros y yo estaba ahí para contarlo.
Tres meses de mails interminables-los mails y los meses- ojos extraviados en el monitor mientras John aprontaba sus cosas para reunirse con la más que feliz Yoko que cebaba mate por webcam y al segundo mes había perdido cinco kilos y fumaba como un escuerzo.
Estábamos de acuerdo en todo.
Mismos gustos, mismos pensamientos, mismas creencias e intereses.
No hacer nada y amarnos apaciblemente junto al mar el resto de nuestra vida.
Similares lecturas, visión de la existencia, maestros y gusto por la cocina.
Cocinaba. El. Cocinaba. Era El. Cocinaba. OMG. ¡¡¡Cocinaba!!!
Eramos nosotros, que duda cabe. El I Ching nos apadrinaba.
El casamiento sería para el 2012 en honor al Calendario Maya.
Así de emparejados en lo cosmotelúrico estábamos.
Coincidimos también, oh maravilla de maravillas, en que no convivir era lo más adecuado al temperamento independiente de ambos.
Que cada uno gozaría de amplias libertades, dueños absolutos de nuestro tiempo y ganas, nos visitaríamos cuando el deseo de estar juntos fuera a la par.

No obstante, con cierto resquemor por el pasado, me aseguré de la no invasiva permanencia de un hombre en casa por más John que fuera, porque despegarme del último en tener ese privilegio me había costado un ovario y la mitad del otro. Con perdón de la palabra.
Por eso le pedí que refrendara con su firma de puño y letra el compromiso de que jamás me pediría que vivamos juntos. Confiaba en él, de todos modos.
Y así los días volaban entre poemas ígneos sobre Dragones luminosos y otras huevadas.
Yo me estaba por mudar a Mar del Plata, por lo que nuestro destino común no podía ser más perfecto. Mar arena amor dragones y la imaginación al poder.
Remontábamos vuelo en el año del Perro, nada menos que nuestro rabioso opuesto.
Tomá de acá, fuera pichicho. Te cagamos.
Terminado el trance tramiteril, el día que me anunció la fecha de su pasaje entré en pánico. No era joda, se venía nomás. Uy dio.

Tantas horas de Internet me habían dejado con el guardarropa en crisis, la casa dada vuelta por la mudanza inminente y con el nivel de Chi más bajo de la historia.
Salí efervecida a comprar jeans, botas, campera, hectolitros de perfume en forma de velas aromáticas, aceites esenciales y pastillas de inodoro.
Perfume francés. Eso sí. Perfume. Mucho perfume. Soy fóbica olfativa.
Oia. Eso no lo había dicho. Bueno, supongo que algo me tenía que quedar en el tintero para cuando llegue.

El día del encuentro señalado por astrólogos de todas las latitudes y tiempos empezó sobre ruedas.
Las del micro que me llevaría hasta Ezeiza donde mi John sería depositado en suelo argentino luego de casi un día completo de travesía.
Todo sincronizado. Todo aceitado. Un lujo. Mientras pispeaba el cartel de los ingresos de vuelo con un ojo, con el otro escuchaba a un par de gallegos hablando de negocios en miles de euros.
Me sentí tan cosmopolita. Tan globalizada.
Estaba tan expandida, tan ”hay que fluir..fluir danzar con el cosmos...” que cuando se anunció la llegada del vuelo me atraganté con el agua que bajaba la décima pastilla de los ansiolíticos que me había dado Roxana, que andaba en algo parecido.

Al fin John se corporizó ante mis ojos físicos.
Esa imagen que yo recibía en el monitor de mi casa mediante complejos mecanismos tecnológicos que no viene al caso detallar - simplemente porque no sé - estaba ante mí con los brazos abiertos diciéndome “Eres tu” o “Sos vos” no me acuerdo bien.

Porque de lo que sí me acuerdo, es que cuando me perdí entre, bajo o contra sus brazos cubiertos por un grueso swetter tejido de punto -gruesa lana merino-  mis papilas olfativas se sublevaron contra toda predicción y/o designio cósmico y olí.
Y oliendo me separé lo más rápido que pude y para desdramatizar el inminente espisodio fóbico le dije
-¿Qué te parece si tomamos un café? Mirá, buscá una mesa y acomodate por ahí que yo mientras voy al baño..¿si? ehhh estoy un poquitín nerviosa…me hago encima…jiji
Y nunca más volví.

Juro que en ese momento, por asociación de ideas, hubiera querido ser como las chicas de la publicidad del desodorante ese que salen volando y se estrellan convirtiéndose en otra persona o algo así.
No sé como llegué a casa, cambié de email, corté el teléfono, me refugié en lo de una amiga en Ushuaia hasta que finalmente me pude instalar en Mardel, teñida de colorado y con lentes ahumados hasta de noche, por si me lo encontraba.

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Como los Dragones tenemos la capacidad de morir y renacer infinitamente y también de olvidar lo que nos pasó antes de la resurrección, este noviembre pasado me avalancé sobre el revistero, en el camino a casa busqué la parte de las predicciones para el año de la rata y chocándome contra el señor árbol -ahora en vereda marplatense- leí:
“recuperará un amor de otra reencarnación con quien sintonizará las mil y una noches…”
Deja vu. Esta vez el I Ching no me jode. Si este año la mano viene face to face, no hay drama. Pero si viene virtual, me invento un cuestionario que incluya hábitos de higiene y marcas de desodorante preferidas.
O le pido a Ludovica que amplíe sus conocimientos sobre características olfativas de cada animal y sus circunstancias. Te juro.

6 comentarios:

  1. ¡Pero se me vino exquisita! ¡Por un olorcito a chivito, che! Vos imaginate que ese muchacho se tuvo que bancar un viaje largo en avión. ¡Y los nervios del encuentro! ¡Puf! ¡Esos te hacen transpirar hasta el culo, con perdón de la palabra! ¿O vos te crees que un dragón huele mejor? ¡Andá a olerte un dragón y después hablamos!

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  2. ¡Si sabré yo como huele un dragón! ja! lo que pasa mi estimado es que hay dos clases de dragón: los que olemos bien y los otros. Una vez que se adquiere ese conocimiento fundamental- y yo lo adquirí en nariz propia- una anda más confiada por la vida. Te juro.

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  3. Upa. Supongo que debe usar un desodorante fuerte, entonces.
    Deduzco a que se refiere que en el horóscopo chino usted vendría a ser dragón. Ahora consulto: ¿y qué animalito vendría a ser yo? No me venga con el chiste facil que soy chancho, le pido.

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  4. Mandeme sus datos (fecha de nacimiento completa) al 2222 y le enviaremos su signo chino.
    Ah, no le dije que me asocié con la Mary?
    Eata biiiiiiien, por ser usté no le cobro nada (por lo garronero seguro que es rata)

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  5. jajaja!! buenísimo. justo hablaba con alguien de los olores de las personas, sobretodo de los europeos... es un factor esencial. si no hay nariz....
    salutes!!!!!!!!!!

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  6. Cla,para mí el olfato es más importante que la vista, mirá lo que te digo!
    jaja me embalé tanto con este tema que la seguí!

    Cla, pasate por esto y aquello que hay novedades.
    BESOOOO

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Gracias

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