9/4/09

El pozo*


Apenas el hombre empujó la puerta del local los llamadores de ángeles ubicados en lugares estratégicos tintinearon con variedad de sonidos y elementos, metálicos, de cañas, de cristal y con esferas chinas. Decenas de ellos. El aroma era sutil y agradable, como a miel y sándalo, nada parecido a los sahumerios baratos con su olor a madera quemada. Pasando debajo de la cortina de bambú que también tintineaba y separaba el sector privado del local apareció la mujer que atendía.
El hombre preguntó por Mara, la vidente.
-Soy yo- dijo Mara sonriendo.
La mujer era joven y vestía con jeans, remera y zapatillas, rompiendo el estereotipo de amplias faldas y pañuelos en la cabeza que era de esperar.
Mara percibió la sombra de duda en el hombre y no dijo nada hasta que él asimiló la contrariedad que le había causado la no correspondencia de su imagen mental con la verdadera.
Entonces lo invitó a pasar al pequeño cubículo de dos por tres que había convertido en consultorio.
Antes que el hombre hablara, Mara le hizo una sintética descripción de los problemas que estaba atravesando. Allí el cliente se relajó y se abrió con confianza a la moderna pitonisa.
Salió a la calle media hora después con dos frasquitos en la mano. Uno decía "Rescue" y el otro "Whalnut", con las indicaciones correspondientes.
Mara supo que en este caso era de esperar que el cliente regresara sin haber resuelto demasiado, por lo que se anticipó anotándole una cita para la semana próxima.
También se anticipó llamando a Namascar, el experto en limpieza de ambientes para que la acompañara en caso de ser necesario. Daba la casualidad que Namascar estaría ausente todo el mes y no podría contar con él.
Dos consultas más bastaron para que Mara se convenciera de que había que hacer algo y rápido. La vida de su cliente corría peligro y ella debía actuar.
Mara no haría este trabajo por la paga, sino porque estaba realmente conmovida por la historia de este buen hombre, que ya llevaba dos años conviviendo con una entidad muy maligna.
Coordinaron la limpieza para un sábado, el hombre debía salir de la casa y dejarla sola por un tiempo pactado de tres horas.
Esa mañana Mara cargó en el Fiat Uno el bolso que contenía los elementos para el ritual y salió confiada en que todo resultaría bien. Al entrar a la casa el olor a azufre y la densidad del aire le provocaron náuseas y las combatió ingiriendo las gotas indicadas..
La casa era un verdadero desastre. Los muebles y adornos estaban destrozados, una fuerza invisible los arrojaba contra las paredes. Del cielorraso se desprendían enormes trozos de yeso a medida que ella avanzaba y en los espejos, que era casi lo único que se mantenía intacto, aparecían signos indescifrables en una materia de color marrón que parecía excremento. En uno de ellos le pareció leer Help.
La bata blanca que llevaba puesta empezó a pegársele al cuerpo por la abundante transpiración, hacia un calor de averno allí adentro, y de a ratos, una ráfaga helada la rodeaba. Era cuando la presencia se acercaba a ella.
Con resolución tomó los elementos del ritual. Velas, un crucifijo, agua bendita y una Biblia que posó sobre la mesa ratona que encontró en pié. Tuvo que sostener con su cuerpo la mesita para que no saliera volando, hasta que acomodó todo y entonces quedó fija en el suelo, como si fuera lo único intocable en la habitación. Al momento los aullidos y gritos guturales se hicieron insoportables.
Mara se tapó los oídos con las manos, y arrodillada empezó a decir sus oraciones lo más alto y enérgicamente que pudo.
En la media hora siguiente lo que pasó fue aterrador, incluso para Mara. Las paredes sangraban, el piso se agrietaba y de las aberturas salían bultos informes y gaseosos que buscaban escape sin poder hallarlo. Entonces supo que no se trataba de un solo ente sino de varios, atrapados vaya a saber durante cuanto tiempo en ese terreno.
Mara siguió recitando las oraciones aunque por momentos percibía un dolor tan intenso que le resultaba imposible sostenerse en pié. Percibía muchas almas femeninas en ese grupo, la mayoría eran parturientas o ya habían dado a luz.
A punto de desmayarse alcanzó a ver como se abrían las ventanas bajo el peso de las figuras gaseosas y finalmente se iban llevándose con ellas el viento helado y los gemidos desgarradores.
De pronto todo quedó en silencio, luego reventaron al unísono todos los espejos y finalmente una calma sorda se instaló en toda la casa.
Pensó en entrar al baño a darse una ducha fría, su estado era lamentable, pero algo la retuvo clavada en el piso. Era él. El no se había ido. El ente maligno, el que mantenía encarceladas a las mujeres, estaba aún allí. Sintió su odio animal, un ronquido visceral de furia que avanzaba agazapado contra ella. Se tapó los ojos y se encomendó a Dios.
La ráfaga helada la hirió con pequeños cristales de cuarzo que perforaron la bata y la salpicaron de puntos rojos, luego sintió que de sus entrañas brotaba sangre que manaba por su vagina hacia el piso.
El hombre, que volvió luego de tres horas como habían quedado, la encontró desvanecida.
Ella estaba intacta y su bata blanca resplandecía con una luz fosforescente.
Luego del café que tomaron en el bar de la esquina Mara se sintió recuperada y volvieron a la casa. Todo estaba en calma. Solo habría que reparar algunas grietas en las paredes y todas las ventanas, cuyas persianas habían sido arrancadas de cuajo.
-Misión cumplida- le dijo al hombre y se subió al Fiat Uno.
La avenida parecía desierta, pero Mara iba a escasa velocidad, como siempre.
De pronto el auto empezó a acelerar solo, a fondo, y no podía pararlo. Algo trababa el acelerador. Pasó un semáforo en rojo, dos, en el tercero cruzaba una camioneta y el auto de Mara, sin control, se estrelló contra ella.
Entre los hierros humeantes y retorcidos de su auto, en el último segundo de conciencia Mara comprendió todo, luego expiró.
La casa del hombre había sido construida en un terreno lindante con el popular Pozo de Banfield.

13 comentarios:

  1. Me gustó mucho... así que voy a pasear por lo anterior. Gracias por el consejo!!

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  2. Gracias Oscar! Nos estamos leyendo!
    Un beso

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  3. No puedo permitirme no seguirla.

    Besos Lils, y como siempre... Que buenas historias las suyas.

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  4. Adrián...jaja que raro verte sin la personalidad de Don Checho! jaja
    gracias amigo!
    Vampi, hermosa, que lindo que pases por mi nueva casita! besotes!

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  5. ¡No, cruz diablo! El Checho que se quede donde está. Le falta educación al viejito ese. Capaz que te tira abajo el boliche con su presencia. Y este lugarcito está lindo como para hecharlo a perder de una. Dejalo así, que está lindo.
    Besos.

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  6. Si, y si se me viene con el Chanchis ni le cuento! jaja mirá si me hace lo mismo que en la iglesia y me mancha la alfombra! jaja besos!

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  7. Mmmm... Aca nos vamos a portar bien? Bueno, sale y vale.


    Septi

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  8. Noooooooo Vamp! portarse bien suena muy feo! portémonos mal, plis.

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  9. Anónimo4:46

    ¡Qué curioso!... de este no me acordaba amiga. ¿Ya lo publicó en el otro blog en su momento?
    Bueno, me encantó leerlo...

    Besitos, voy por otro


    Gallegoland sin log

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  10. Si, Galle, ya lo había publicado, hace bastante en el otro Mi teclado...sorry...por ahora no hay nada nuevo! besotes!

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  11. Sigo leyendo y sorprendiéndome. Muy, muy bueno.

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  12. Gracias Enrique!
    Besos

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Gracias

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